Capítulo doce. El golpe del enemigo
El día de la gala amaneció con un aire inquietante. La villa estaba llena de movimiento: decoradores corriendo de un lado a otro, músicos probando instrumentos, camareros ultimando detalles. A simple vista todo parecía bajo control, pero Ariadna sentía un nudo en el estómago que no lograba desatar.
La noche anterior, después del encuentro con Leonidas, había dormido poco y mal. Cada vez que cerraba los ojos, escuchaba su voz burlona advirtiéndole que Andreas lo arruinaría todo.
Mientras revisaba la lista de proveedores, notó que faltaban varias entregas: flores, piezas de cristal importado, incluso parte del equipo de sonido. Todo retrasado o “extraviado”. El trabajo de sabotaje era evidente.
—Maldit0 sea ese tipo… —murmuró Ariadna, apretando los papeles entre las manos.
Andreas apareció detrás de ella, impecable en un traje oscuro. Su presencia era como una muralla contra todo lo que la inquietaba.
—Ya me encargo —trató de calmarla—. Tú concéntrate