Al día siguiente, en la oficina de Andy, Maya habló con firmeza:
—Quiero renunciar.
Andy la miró sorprendido.
—¿Renunciar? No lo puedo creer, Maya. Pensé que ya entendías tu posición aquí. El señor Brook te quiere en su equipo. Y, por supuesto, yo también. Eres una empleada excepcional: detallista, responsable, tus compañeros te aprecian… —sonrió—. Si te dejo ir, seré yo quien sufra. No serías tan cruel conmigo, ¿verdad? —bromeó.
—Estás exagerando —respondió Maya, nerviosa.
—Para nada. Además, todavía tienes mucho que aprender del señor Brook.
—¿Y si me voy sin reclamar mi sueldo? —replicó ella con una mueca—. ¿Qué haría entonces el señor Brook?
Andy se echó a reír.
—Me temo que te capturaría antes de que logres salir de Rheinsville.
—… ¿Capturarme? ¿Por qué haría eso? ¡No soy una fugitiva! —respondió con ironía, aunque no pudo evitar sentir un escalofrío.
Salió de la oficina sintiéndose completamente perdida.
Tenía miedo de quedarse, pero aún más de irse.
De pronto, sonó el teléfono