…
Durante el día, Maya salió a buscar empleo.
Por la noche, cuando los niños dormían, salía con una bolsa en la mano para recoger botellas de plástico.
No era un trabajo extraño, pero sí agotador.
Lo hacía para poder poner comida sobre la mesa.
Caminó por varias calles, recogiendo lo que encontraba, aunque esa noche no había demasiado.
En aquella ciudad la gente parecía demasiado civilizada para tirar objetos reciclables.
¿Debo probar en otra calle? pensó, suspirando.
Incluso para recoger basura, la experiencia cuenta.
Era ya muy tarde. Las calles estaban casi vacías.
Entonces, un lujoso Rolls-Royce rompió la quietud de la noche, avanzando despacio por la avenida iluminada.
Andy estaba informando las actualizaciones comerciales a Alexander, quien permanecía sentado junto a la ventana, apoyando la mejilla en una mano.
Sus ojos oscuros, más profundos que la noche, se perdían en la vista del exterior.
De pronto, su voz fría interrumpió el silencio:
—Detén el coche.
El conductor frenó con