Capítulo 18

Su brazo la envolvió por la cintura, y su otra mano descendió, buscando la hebilla de los jeans.

El cinturón de flores que los sujetaba parecía una burla a su resistencia: fácil de desatar, imposible de defender.

Maya sintió el miedo apoderarse de ella.

El aire se le escapaba entre los labios; el oxígeno, robado por aquellos besos cada vez más profundos.

Y, de pronto, un pensamiento la golpeó con fuerza.

La cicatriz.

La delgada marca en la parte baja de su abdomen.

Tres años atrás, todavía visible.

Si Alexander la veía… lo sabría.

Sabría que había dado a luz.

Y no podría mentir con una excusa de apendicitis: la cicatriz estaba justo en el centro.

El terror la invadió.

Lágrimas de pura ansiedad rodaron por sus mejillas.

No eran solo por miedo a él… sino por el miedo a perder a sus hijos.

Alexander probó el sabor salado de sus lágrimas.

Y se detuvo.

El contacto se rompió. Sus labios se separaron de los de ella, y la miró fijamente.

Sus ojos oscuros estaban ahora fríos, su mandíbula tens
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