Danny vio acercarse a Alexander y dio un paso adelante.
—Señor Brook, sobre la familia Brown…
No pudo terminar.
Los guardaespaldas lo apartaron de inmediato.
Maya lo miró por encima del hombro.
Danny estaba al borde del llanto.
Fue ahí cuando Maya entendió completamente cuán despiadado podía ser Alexander.
Él controlaba destinos.
Una sola decisión suya podía destruir o salvar.
Y la familia Brook, por grande que fuera, no podía interferir.
El corazón de Maya se apretó.
Nada de esto habría ocurrido si ella no hubiera ido a tomar el té con Serena.
—Señor Brook, yo… —iba a insistir, pero Alexander la sujetó bruscamente.
En un segundo, la arrastró hasta una habitación cercana y cerró la puerta de golpe detrás de ambos.
Maya apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la empujara contra el sofá.
—¡Ah!—
Alexander le apretó la cara.
—¿Qué quieres? ¿Hmm?
Maya lo miró con un miedo profundo. El hombre encima de ella era como una bestia a punto de devorar a su presa, y ella no tenía forma de es