Maya casi rodó los ojos.
¿Tenían que asumir romance con toda mujer que se acercara a Alexander?
Además, se suponía que Yvonne era su prometida.
¿Ese hombre vivía bajo una roca?
—¿Por qué no dices que soy su esposa? —se burló Maya.
—¿Es así? ¿El señor Brook ya está casado? ¡Nadie en Rheinsville lo sabía! —exclamó el hombre, impresionado.
—¿Puede un hombre de negocios como usted ser tan ingenuo? —preguntó Maya, fastidiada.
Alexander, que estaba concentrado en su juego, levantó la vista.
Su mirada se posó en Maya, cuya piel pálida brillaba bajo el paraguas, y vio que hablaba con el hombre a su lado.
Maya se volvió justo a tiempo para ver a Alexander acercarse tras dejar caer su palo de golf.
Su cuerpo se tensó de inmediato.
Alexander se sentó a su lado y preguntó:
—¿De qué hablabas?
Maya estaba por responder “no mucho”, pero el hombre se adelantó:
—¡Felicitaciones, señor Brook! No sabíamos que estaba casado. ¡Es una gran noticia!
Alexander miró a Maya.
Maya solo pudo pensar: “Esto es un