37. La Última Guardiana

En la superficie, el caos se mantenía. La loba que había osado darle un golpe fue llevada a recibir cinco latigazos por su agresión.

Aria se había acomodado en una silla como si le perteneciera, actuaba con una natural espeluznante.

—Yo no rompí el escudo —dijo sin inmutarse—. Fue un soldado de Agua. Vino a advertirnos de un ataque y murió al hacerlo. La magia del río contaminó la barrera.

Era una pequeña mentira, pero serviría a su propósito: hacer que se peleen entre ellos. Si lograba hacer que se dividieran en lugar de unirse, todo estaría bien.

—¿Y por qué tú fuiste la única que lo vio? —rugió Jonas—. ¿Nos crees tan estúpidos? La gente de Fuego siempre subestimándonos

—¿Acaso crees que tengo tiempo para romper escudos? Estoy aquí para ayudarte. Solo soy una Luna recién nombrada, mi poder no escala a tanto. ¿No te parece? Te estás volviendo loco solo por una pequeña mujer como yo que a duras penas logró seguirle el paso a su pareja para llegar a esta audiencia.

Jonas cru
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