Miré el tatuaje detenidamente, y una sonrisa floja adornó mis labios. Era la primera vez que la veía; la acaricie con las yemas de mis dedos, bordeando el perímetro del dibujo en la piel de Oliver. Eran dos personas: Un hombre adulto con alas en la espalda, de la mano de un niño. El tatuaje era simple, las figuras contorneadas y rellenas con tinta negra.
—¿Eres tú? —susurré, sintiendo una tristeza invadir mi pecho. No hablábamos mucho sobre esto, pero yo sabía cuánto él quería devolver el tiempo y conversar con su padre sobre todo lo que había pasado... Sabía que quería decirle que le perdonaba.
Él asintió de espaldas a mí, podía sentir la tensión en su espalda, después de un año por fin me mostraba su más grande secreto.
—Me lo hice a los dieciocho, cuando sufría por la presión que mi padre ponía en mí. Y al morir, hice que le agreguen unas alas.
Suspiré. Acerqué mis labios a su espalda baja, y le dejé un beso fugaz.
—Es una buena manera de guardar tributo. Estará contigo s