33. Una humana en la manada
Dayleen caminaba por uno de los pasillos bajos de piedra caliza, donde la humedad escurría por las paredes y el olor a tierra lo invadía todo. La ciudadela subterránea era silenciosa la mayor parte del tiempo en la periferia, todo el bullicio se concentraba en el centro.
La actividad "especial" de la manada de Tierra se concentraba en las zonas altas de la cueva, pero ella no tenía permiso de subir. Annika le dijo que ahí es donde cultivaban las hierbas mágicas y era un privilegio poder verlo.
Respiro hondo cuando su amiga la empujó a seguir caminando.
—Date prisa, no tengas miedo. Los dejaré para que hablen a solas, seguro tendrás muchas cosas que preguntarle —le susurró su prima con una sonrisa y se regresó al centro de la cueva.
Se detuvo al ver a un hombre mayor sentado en un banco de madera. Era robusto, tenía cicatrices en el rostro y un bastón metálico apoyado a su lado. Sus ojos, oscuros y pequeños, la escudriñaron con atención, como si ya supiera quién era.
—Dayleen Mc