39. La Hechicera de Hades
Saliendo del mundo de los sueños, poco a poco, comenzó a recobrar el sentido. Sus párpados pesaban terriblemente. Se sentía cansada, débil. Pero llena de magia poder dentro.
Un gruñido se escapó de sus labios al sentir una luz sobre su rostro.
—Estás despierta —murmuró una voz rasposa desde la entrada. Una figura encapuchada se adentró en la caverna sin temor.
Dayleen se irguió, instintivamente a la defensiva. Pero la mujer no era una amenaza. Era anciana, con la espalda ligeramente encorvada y ojos pálidos como la niebla. Llevaba colgado un pequeño talismán que brilló al acercarse.
—¿Quién eres? —preguntó Dayleen con la voz raspoca, su garganta estaba seca.
—Elira. Guardiana de las memorias del Agua —respondió la mujer—. Y tú, pequeña loba, no eres cualquier fugitiva.
Elira se sentó con lentitud y extrajo de su morral un códice cubierto de líquenes. Al abrirlo, un resplandor azul iluminó las paredes húmedas.
—Tu marca… —murmuró la anciana, señalando el hombro de Dayleen.