34. Alfa, deme su semilla

En la manada de Agua, Xavier había regresado en silencio. Los guerreros saludaron con respeto cuando cruzó la plaza principal. Entró en su casa sin decir palabra. Estaba agotado. Pero no físicamente. Era otra clase de peso.

Tres de sus concubinas lo esperaban en el cuarto central, uno no tenía nada de ropa encima. Todos sabían que en días así necesitaba paz. Las visitas a la frontera lo dejaban muy tenso, porque técnicamente era como tensar una cuerda y esperar que nadie dispare la flecha. Y ellas creían que esa tensión podía aliviarse de forma simple.

—¿Quieres relajarte, Alfa? —dijo una, sentándose a su lado y desatando el nudo de su cinturón.

—Te extrañamos —añadió otra, subiendo su túnica hasta mostrar sus piernas inmaculadas.

Las tres eran muy hermosas, no las habría escogido si no fuera así. Le gustaba como Renee arqueaba el cuerpo cuando la hacía suya, o a Lyra y su delicada espalda cuando la tomaba por detrás... por no hablar de las hermosas piernas cremosas de Nür.

Pe
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