41. No nos doblegaremos
El cuervo real descendió con majestuosidad, su plumaje negro como la noche contrastaba con el cielo claro del mediodía. Las ramas del gran árbol sagrado crujieron al recibirlo, como si la naturaleza supiera que algo importante estaba por anunciarse.
El mensajero de la Casa de Lobos Real llegó segundos después montado en su corcel blanco, descendió con paso ceremonioso, cubierto con una túnica azul oscuro con ribetes plateados. Su voz, grave y solemne, resonó entre los presentes:
—Traigo un mensaje del trono del Imperio de Aryndell. Su Majestad, el Rey Alfa, solicita la presencia de la nueva Guardiana en la Corte Real. Desea conocer a la portadora del linaje sagrado y extenderle el saludo del reino.
El silencio cayó como un manto.
Dayleen sintió que el corazón se le detenía por un instante. El Rey. El gobernante de todas las manadas unificadas. El hombre más poderoso del continente quería verla. A ella. Una simple loba que hasta hace semanas apenas sabía defenderse.
Retrocedió