38. El rey de Aryndell
El estallido de energía no fue una ilusión. No fue un truco ni un fenómeno aislado.
Fue real.
Y todos lo sintieron.
Desde los campos congelados del Norte hasta los límites del pantano negro en el Oeste, las manadas detuvieron sus actividades. Guerreros dejaron caer sus armas. Curanderas alzaron la vista. Los lobos alzaron el hocico al cielo, desorientados, tensos.
La tierra vibró. El cielo pareció contener el aliento.
La luz blanca, sagrada, se alzó desde lo más profundo de Aryndell. Una explosión mágica pura, innegable, que atravesó las capas energéticas del mundo lobuno. Algunos incluso se preguntaron si lo habían sentido en el mundo humano.
En la manada de Agua, Xavier abrió los ojos de golpe. Se encontraba sumido en el silencio de su habitación, pero su lobo rugió con una mezcla de necesidad y reverencia.
«Ella...»
No necesitaba que su lobo completara la frase. Lo supo de inmediato. La pelirroja. La loba que intentaba ocultar lo que era. ¿Por qué le había mentido d