46. Conseguiré embarazarme del Alfa
Sintió su hombro arder, e inmediatamente un cúmulo de energía invadió su estómago. Necesitaba expulsar esa energía.
Sin pensar, una ráfaga de fuego salió de sus palmas hacia las sirenas. Fue breve, casi un destello. Pero bastó. La magia del canto se quebró, y las sirenas chillaron, retrocediendo con rabia antes de sumergirse nuevamente en el lago.
¡Tenía magia!
Su loba gruñó con aprobación.
«Claro que sí, niña. Está despertando, después de un siglo», le dijo con alegría.
Volteó hacia sus compañeros y tenían aún los ojos vidriosos. Los tomo de los hombros y les sacudió hasta que logró ver qué enfocaban la vista nuevamente, luciendo desorientados.
Suspiro de alivio cuando Xavier la miro con incredulidad en los ojos.
—Estaba a punto de seguirlas, pero de alguna manera rompiste el hechizo de su canto. Se sentía como estar en un trance del que no podía escapar —sacudió la cabeza—. Ese canto era compulsión. Nos obligaba a hacer lo que quisieran. No sé cuánto tiempo me hubiera tomado