Lisa
Al día siguiente fui a casa de mi madre. Durante todo el trayecto no podía dejar de pensar en la noche anterior, en la propuesta, en cómo terminó todo. Aún podía sentir el peso de aquel momento en el pecho, como si sus palabras siguieran resonando dentro de mí.
Christian me había llevado hasta la puerta de mi edificio. Recuerdo la forma en que me miró antes de despedirse, con esa mezcla de ternura y deseo que me desarma por completo. Y luego… ese beso. Uno de esos besos que me hacen perder la cordura, que me hacen olvidar el mundo. Por un instante estuve a punto de decirle que sí, que aceptaba casarme con él, pero logré contenerme. No era una decisión para tomar influenciada por la intensidad del momento, por la emoción ni por el deseo.
Suspiré y miré por la ventanilla del taxi. El cielo gris parecía acompañar mis pensamientos. Las calles pasaban lentas, y cada semáforo era una excusa para volver a pensar en él. En sus ojos, en su voz, en la forma en que dijo mi nombre justo a