Lisa
No tenía intenciones de salir esa noche. Después de todo lo que había pasado, lo único que quería era encerrarme en mi cuarto y no hablar con nadie. Pero Stephanie nunca aceptaba un “no” como respuesta.
—Vamos, Lisa, te va a hacer bien distraerte un poco —insistió, cruzada de brazos frente a mi cama—. Prometo que no va a ser nada raro, solo gente, música y algo de comida.
—No tengo ganas, Steph —repetí por cuarta vez.
—Justamente por eso. Si te quedás acá, vas a seguir pensando en lo que no deberías.
Su mirada era demasiado directa, y aunque no lo dijera, sabía a qué se refería. Desde el beso con Cristian, no había pasado un solo día sin que mi cabeza lo repitiera. No quería admitirlo, pero ese recuerdo se había quedado pegado a mi piel.
—Es en la casa de un chico que estoy conociendo —agregó, en tono casual, mientras revolvía mi armario—. No seas aguafiestas.
—¿Un chico? —arqueé una ceja.
—Sí, Tyler —respondió sonriendo, con ese brillo que usaba cuando hablaba de alguien que le