Últimamente, Ethan me observa como si ya me hubiese perdido.
No lo dice. No lo pregunta. Pero lo siento. Siento su mirada clavada en mí cuando cree que no lo noto. La siento mientras me cambio la camiseta, mientras intento dormir, mientras lavo los platos con las manos aún temblorosas por las náuseas.Él lo presiente. No sabe qué, pero lo siente.Y el miedo lo consume.Lo supe esta mañana, cuando lo encontré sentado en la orilla de la cama, con los codos sobre las rodillas y la cabeza entre las manos. La cortina apenas dejaba entrar la luz del amanecer, y su silueta era solo un bulto oscuro. Por un momento, me dio lástima. Se veía roto. Vacío. Como un hombre atrapado en sí mismo.—¿Estás bien? —le pregunté, con la voz rasposa por el sueño.No respondió al instante. Cuando alzó la vista, sus ojos estaban enrojecidos.—No dormí nada —dijo, sin mirarme.—¿Pesadillas otra vez?Él asintió. Se frotó el rostro con ambas manos y l