Ari y Carla se miraron la una a la otra, sorprendidas.
— Entonces… ¿son novios?— inquirió la pelinegra, mirando a Jed, a unos metros de nosotras.
Asentí, sonriendo.
— Dios, Jade— Carla me saltó encima, estrechándome entre sus brazos—. Me alegro mucho por ti— felicitó sinceramente.
Había esperado a un momento en el que estuviésemos solas las tres para contarles lo que había pasado dentro del almacén, junto al callejón, y ya les había dicho.
Después de salir del Callejón de los besos, habíamos decidido venir a la feria junto a la playa. Básicamente era una enorme zona a unos cien metros del mar, en donde había muchísimas atracciones, incluso una enorme noria. La idea inicial era darnos un chapuzón, pero ya estábamos en otoño, y el agua estaba helada.
Era mejor eso que pescar una pulmonía.
Carla, Ari y yo estábamos junto a uno de los puestos de comida, mientras que mi hermano y Jed —mi novio—, compraban unos tickets para poder jugar en algunas