Capítulo 7: La sombra del pasado no se rinde fácil
La rutina puede convertirse en un refugio. O en una prisión. Para Alejandra, esa semana fue ambas cosas al mismo tiempo.
Cada mañana se levantaba temprano, como si el simple acto de comenzar el día con disciplina pudiera evitar que sus pensamientos se desbordaran. Salía a caminar por las calles tranquilas del barrio, respirando el aire de un país que ya no era del todo suyo pero que todavía la abrazaba con cierta familiaridad. Desayunaba con Vanesa cuando coincidían, o sola, en la cocina silenciosa, con el café como única compañía. Respondía correos laborales atrasados, conectaba brevemente con su vida en Nueva York, y después volvía a sumergirse en ese espacio donde la apariencia de normalidad lo era todo.
Pero todo era una actuación. Una coreografía ensayada. Una farsa cuidadosamente sostenida.
Cada gesto, cada palabra, cada sonrisa medida tenía un solo objetivo: que nadie notara lo frágil que se sentía por dentro.
Y mientras tanto,