Mundo ficciónIniciar sesiónCapítulo 40: Lo que hace un hombre que ama
Alejandra despertó antes del amanecer. La casa estaba en silencio, envuelta en esa penumbra azulada que solo existe entre la noche y el día, cuando el mundo todavía duda entre dormirse un poco más o empezar a vivir. En la cuna, el bebé dormía profundamente, con las manitos cerradas como dos pequeñas promesas.
Pero ella no podía volver a cerrar los ojos.
Tenía el corazón inquieto. No por un mal sueño, sino por una sensación densa y persistente, como si una tormenta hubiera pasado en la noche sin hacer ruido, dejando humedad en los bordes de su alma. Un presentimiento sin forma. Un eco de algo que ya había sucedido, pero que aún no terminaba de asentarse.
Se puso una bata ligera sobre el camisón y caminó descalza hacia la cocina







