Capítulo 85. El hombre misterioso.
Con pasos impacientes y nerviosos, Aurora recorría el reducido espacio de la oficina; su andar inquieto era un claro reflejo de la agitación que la invadía.
Cada vaivén de sus pies sobre la alfombra resonaba en el silencio tenso de la oficina, convirtiéndose en un metrónomo involuntario que marcaba el creciente fastidio del hombre que permanecía sentado al otro lado del imponente escritorio de caoba.
Su mirada, fija en los papeles esparcidos frente a él, intentaba mantener una compostura inalterable, pero el movimiento constante en su campo de visión y la sombra fugaz que cruzaba una y otra vez el umbral de su percepción comenzaban a erosionar su paciencia, tensando la atmósfera ya cargada de una irritación apenas contenida.
—Por favor, toma asiento —demandó el hombre con un dejo de molestia en su voz, harto ya de soportar el incesante movimiento.
—No logro entender cómo puedes confiar en Tobías Praga. Es un tonto que solo sabe malgastar el dinero que llega a sus manos sin ningún tipo