Capítulo 82. Mi pequeño hermano.
—Mi cielo, ella es mi niña. Mi Cata —expresó, alargando una mano hacia él para entrelazar sus dedos con firmeza.
—Ella es mi mamá, Francesco, y jamás me ha dejado sola —lloriqueó Cata, intentando acurrucarse en los brazos del único hombre que le brindaba paz y protección en ese momento.
En ese instante de revelaciones familiares, las parejas se brindaron consuelo mutuo, aferrándose a la calidez del otro como un ancla en medio de la sorpresa.
Antes de que pudieran intercambiar palabras, antes de que las preguntas comenzaran a fluir y las explicaciones a tejerse en el aire denso de emociones encontradas, la puerta se abrió de golpe, dejando paso a una figura pequeña y enérgica.
Un niño que no aparentaba más de doce años irrumpió en la estancia con la vivacidad propia de su edad, ajeno al torbellino sentimental que se había desatado en ese mismo espacio.
Vestía el atuendo característico de su escuela: un uniforme pulcro, aunque ligeramente arrugado por el trajín del día, y sobre sus pequ