Capítulo 120. Un refugio en sus brazos.
Los días siguientes se convirtieron en una bruma para Francesco, una secuencia borrosa de eventos que lo agotaban. Tenía que aguantar la presencia constante del impostor en su casa, fingiendo normalidad, lo que le resultaba cada vez más insoportable.
A esto se sumaban los encuentros fuertes y tensos con su padre, llenos de discusiones y desacuerdos que lo dejaban exhausto. Por todo esto, agradecía enormemente a Lucía que, al menos, se hubiera llevado a su madre de paseo.
No tenía ni la menor idea de adónde habían ido, lo cual, paradójicamente, le brindaba una extraña tranquilidad. Saber que su madre estaba lejos de ese ambiente cargado de mentiras y tensiones, aunque fuera temporalmente, le permitía respirar un poco en medio del caos.
No obstante, su odio crecía día a día contra los responsables de la separación de Catalina. La echaba de menos con una intensidad que lo volvía loco; era un enamorado empedernido y necesitaba tenerla a su lado, sentirla cerca.
Sin embargo, Catalina estab