Capítulo 107. Sin pizca de humor.
Francesco volvió sobre sus pasos, con la ira hirviendo como veneno en sus venas, cada latido un recordatorio punzante de la traición y la injusticia.
La furia amenazaba con desbordarse, instándolo a cometer una locura, a desatar la violencia que bullía en su interior contra cualquiera que se interpusiera en su camino.
No obstante, una parte más profunda y racional de su ser se negaba a sacrificar a Catalina, la única luz en su oscuridad, la razón por la cual aún se aferraba a la cordura.
Fue un esfuerzo sobrehumano, una batalla interna que lo dejó exhausto pero victorioso, lo que lo contuvo de no lanzarse sobre Tobías Praga y silenciarlo para siempre, aunque la imagen de sus manos alrededor del cuello de aquel hombre le proporcionaba un retorcido consuelo.
La sed de venganza era un fuego abrasador, pero el amor y la protección hacia Catalina eran un escudo inquebrantable, una fuerza mayor que lo anclaba a la realidad y le impedía caer en el abismo de la desesperación y la violencia si