Capítulo 106. Disimulo.

Francesco tomó el brazo de Catalina con toda la suavidad de la que fue capaz. Catalina miró a sus ojos, que estaban llenos del dolor por lo que él estaba a punto de hacer, y comprendió sin palabras lo que Francesco quería.

Él anhelaba evitarle la dura realidad que se avecinaba, protegerla de la inminente tormenta, aun cuando su propio corazón dolía al saber que algunas verdades, por muy dolorosas que fueran, no podían ser evitadas.

Su toque, aunque ligero, transmitía una profunda disculpa tácita, una súplica silenciosa de perdón por la pena que sabía que estaba a punto de infligirle.

—Te aborrezco, Catalina, te aborrezco con toda la fuerza de mi ser —le dijo.

Sus palabras cortaron el aire, afiladas como un cuchillo, y resonaron en el pequeño espacio entre ellos. Él la miraba con una intensidad que no dejaba lugar a dudas, sus ojos, normalmente tan expresivos, ahora reflejaban una profunda amargura.

Cada sílaba que pronunciaba estaba cargada de un sentimiento que parecía querer consumi
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