La petición de Alicia para hacerle el amor no tenía ningún sentido para mí, ni siquiera podría considerarlo como una supuesta tregua. No volvería a tocarla nunca más. El deseo que ella me hacía sentir antes como mujer, ya no existía y; aunque sabía que sus amenazas podían convertirse en una realidad, no iba a caer en esa parte de su ridículo juego.
Samantha me llamó repetidas veces, logré alejarme de Alicia un poco para contestarle. De nuevo Eros la había llamado. Sin duda era algo que tenía que resolver muy rápido. Alicia intentó buscarme físicamente y afortunadamente mi padre junto a Adriana, llegaron para interrumpir el incomodo momento a su lado.
―¿Interrumpimos? ―dijo mi padre serio observándonos.
―Para nada… ―Me acerqué a Adriana y la abracé―. ¿Estás bien?
―Sí… estoy bien. No quiero hablar de nada ¿sí? ―Asentí obedeciendo su decisión―. Hay que llevar a la granja unas cosas de la boda. ¿Podrías?
―Claro, puedo llevar todo ahora mismo―añadí con