Entrar a la habitación de Samantha había sido algo muy impulsivo, pero de lo que sinceramente no me arrepiento. Sentirla de nuevo y de esa manera, no tenía una palabra para describirlo. Es tan linda, tan frágil y a la vez tan diferente, que no puedo sacarla de mi cabeza.
Por primera vez en el mundo había sido yo el que no quería más, no porque no la deseara como en este instante lo hago, sino porque no quiero arruinarlo más. Ella no es como las demás y ni siquiera sé por qué; solo sé que ella no es una mujer que quiere pasar una noche conmigo y tampoco quiero que lo sea.
No quiero pensar en ella como una más, ella es muy diferente y más si es la nieta de alguien que significa mucho para mí.
Volví al comedor y pensé que no había nadie, pero estaba Alicia, sentada en el gran sofá negro ubicado al fondo junto a la ventana grande, observando hacia el jardín. No se dio cuenta de mi presencia. La ignoré, pero al intentar desaparecer de su vista, se giró y me hablo:
―¿A dónde vas? ―dijo sua