Salí del hotel luego de las horas de placer junto a la completa desconocida de la que solo conocía su nombre, y volví a mi apartamento. La culpa me arropaba, me hacía sentir mal conmigo mismo y con Alicia. Creí que iba a ser un hombre fuerte, capaz de resistirme de nuevo a una nueva mujer, aunque la tuviera de frente, pero el deseo que me hizo sentir Patricia fue mucho más fuerte que yo.
Entré a mi habitación, cerré todas las cortinas, necesitaba de nuevo estar en la oscuridad, no quería pensar, no quería juzgarme por lo que había hecho, pero en realidad lo había disfrutado y deseado.
De nuevo observé mi móvil y los mensajes de Alicia inundaban la pantalla. No sabía qué más decirle o qué excusa inventarle por mi actitud; y en ese momento preferí no decir nada.
Volví a la mañana siguiente a mi despacho, la culpa que había sentido ya no era tan fuerte, pero Alicia me estaba sacando de mis casillas con sus cientos de mensajes y llamadas descontroladas. Respiré profundo y al salir del ele