La fractura espiritual resonaba en el suelo. No se manifestaba con temblores físicos, sino con temblores del alma colectiva. Las raíces del Árbol del Tiempo lo sintieron, y sus hojas dejaron caer un murmullo que retumbó en cada rincón del mundo.
El lago, antaño espejo sereno bajo la luna, comenzó a formar grietas en su superficie. Ondas sombrías emergían de su centro, reflejando no el cielo, sino los rostros de aquellos que habían sido silenciados por la Portadora.
Los lobos del primer clan bebían sin miedo… luego desaparecían al contacto con el agua, dejando tras de sí una mancha oscura que se dispersaba en espiral.
Cuando Sariah llegó junto a Veladora Mira y al guardián Aldric, el aire estaba frío y pesado como si pesara una pena muy antigua.
—El agua… nos está hablando —susurró Mira.
—No lo corrompe con fuerza —respondió Sariah—. Lo está gritando.
Usaron un espejo ritual frente al lago, proyectando sobre él la luz del fragmento de Kaelen. La superficie se calmó momentáneamente, pero