KAELAN
El claro del bosque estaba lleno de murmullos y miradas serias. Cada alfa había llegado acompañado de sus betas y gammas, formando un círculo alrededor de la gran mesa hecha de troncos. El aire olía a humo de antorchas, cuero y tensión.
Me levanté primero. Mi voz debía ser clara, sin fisuras.
—Alfas, gracias por venir. Nos reunimos porque el peligro ya no es un rumor: los renegados se están reagrupando, y lo que se avecina no es otra cosa que guerra.
Andrew y Davis empezaron a repartir los informes que habíamos preparado. Mapas con marcas rojas, registros de ataques a aldeas pequeñas, testimonios de los pocos sobrevivientes. Cada hoja era prueba de que alguien estaba moviendo a los renegados como piezas en un tablero oscuro.
Uno de los alfas tomó la palabra, con la voz grave:
—Con el programa de la reina Laurenth, nuestros guerreros ya son más fuertes que nunca. Podríamos redoblar el entrenamiento y preparar a los más jóvenes para la batalla.
Otro añadió enseguida:
—Además, l