KAELAN
La noche aún vibraba en el aire: risas, vino, el aullido compartido de la manada que aún retumbaba en mi pecho. Había algo en el olor a humo de las antorchas, en la música baja y en la multitud celebrando, que me hacía sentir invencible. Tenía a mi familia a mi lado, mi luna, mi hija, mi hijo y por un momento pensé que ningún fantasma podría tocarnos.
Entonces Rhyd me miró.
No fue una mirada cualquiera; fue la mirada que usamos los que hemos compartido sangre y campo de batalla. Algo pasó entre nosotros, un corte seco, una advertencia y antes de que pudiera preguntarle, Rhyd recibió la llamada. Vi que su mandíbula se tensó. Lo vi conectar con Tom y Demian con un gesto casi imperceptible.
—Kael, tenemos problemas —dijo, la voz fría pero contenida, junto a mí.
No era necesario más: mi cuerpo se tensó, King gruñó como preparando el terreno. Abrí el enlace mental con Andrew y Davis, un hilo corto, ágil, y sentí sus respuestas como dos golpes seguros contra mi pecho. Rhyd hizo lo m