La intrusión había dejado huellas.
Thiago observaba el monitor de seguridad por cuarta vez esa mañana. La grabación mostraba una figura con bata blanca entrando a la sala de archivo clínico. Eran las 03:17 a.m. El rostro estaba cubierto por una mascarilla quirúrgica y una gorra, pero algo llamó su atención: el andar.
—¿Puedes hacer zoom en los zapatos? —le dijo al técnico.
Zapatillas quirúrgicas negras, marca italiana. El mismo modelo que usaba el Dr. Alberto Santillán, antiguo jefe de investigaciones de la Fundación McNeil.
¿Que estaba haciendo ahí? Rondaba el hospital. Reapareciendo justo donde no debía.
Thiago apretó los puños. Algo se le revolvía en el estómago. No era ira. Era una intuición salvaje. El tipo estaba detrás de algo más grande. Y Luciana… estaba conectada. Solo que aún no sabía cómo probarlo.
Mientras tanto, Valeria sostenía el expediente con manos temblorosas.
Había esperado toda la tarde para estar sola. Esperó hasta que todos los pasillos quedaron en silencio y so