Madrid, Hospital San Gabriel – 07:12 a.m.
El día apenas amanecía, pero el hospital hervía de murmullos.
Valeria, con su taza de café en mano y el cabello desordenado por una noche sin dormir, hojeaba un expediente mientras caminaba directo hacia la sala de pediatría.
Había una nota fuera de lugar en los registros de Clara. Algo que no cuadraba.
Un medicamento que ella no había prescrito. Una dosis que no había autorizado.
—¿Quién firmó esto? —preguntó, deteniéndose en seco ante el monitor de control.
—Fue la doctora Rubio, del turno nocturno. Dijo que tenía autorización de Luciana Monteverde —respondió la enfermera sin levantar la vista.
Valeria levantó una ceja.
—¿Luciana? ¿Desde cuándo una visita tiene potestad para dar instrucciones médicas?
La enfermera parpadeó.
—Dijo que venía de parte del padre de la niña. Y que tú estabas al tanto.
Valeria cerró los ojos por un segundo. Su mandíbula se tensó.
Enfermería pediátrica – 08:03 a.m.
—¡Mami Vale!
La vocecita de Clara la arrancó del a