Después de que mis padres se fueron, la casa quedó absurdamente en silencio.
El reloj de la cocina parecía más fuerte. Los pasos de los vecinos, más lentos. Las paredes, más anchas. Me hice un café que dejé enfriar sin tocar, abrí el cuaderno con intención de estudiar, pero las letras se me mezclaban como moscas en la cabeza.
Pensaba en Alex.
En su ausencia.
En ese vacío suyo que, aunque él no estuviera, se sentía más presente que nunca.
No sabía qué quería de mí.
No sabía si quería algo.
Pero había una sensación constante en el cuerpo, como si su nombre me vibrara en las costillas, esperando algo, lo que fuera.
Me senté en la cama, crucé las piernas, miré hacia la mesita de noche y recordé.
La carta.
El sobre doblado que me había entregado con tanta delicadeza hace días.
"Cuando estés lista."
No sé si lo estaba.
Solo sé que ya no podía seguir esquivándola.
La tomé entre las manos. El papel estaba suave por los bordes, como si hubiera sido tocado muchas veces. No tenía remitente, ni n