Greco Morelli, un hombre reservado con una mirada fría y desinteresada, un pasado oscuro y dueño de una empresa multinacional de minería, traicionado por las personas que en algún momento amó y en las cuales confió, se aventura a dejar su país tratando de cumplir una vieja promesa, vengar la muerte de su madre. Alexandra, una adorable chica, hija de unos padres conservadores, y con dolor en su corazón debido a una traición de su ex prometido, pasada de tragos amanece en la cama de un desconocido con el cual aparentemente había tenido relaciones. La y deseo comienza a florecer entre ambos. Los planes de Greco siguen adelante y es que encontró la oportunidad en aquella chica para completar su venganza, después de todo, era la promesa que no solo había hecho a su padre, sino también a su madre. Más pronto que tarde se da cuenta que todo lo que su madre alguna vez le enseñó se ve reflejado en la chica, poniéndolo en jaque consigo mismo, ¿Qué terminará haciendo? El amor es una fuerza poderosa, pero ¿Es capaz de extinguir la llama de la venganza en un oscuro corazón que se alimentó años de ella? Greco tendrá que decidir si perder el único anhelo esperanzador en su vida valía dejar ir todo aquello que aguantó por años, o al contrario, puede extinguirla él mismo y cumplir con su promesa.
Leer másAlexandra Guzmán
Dolor de cabeza. Olor a licor por todo el lugar y unas ganas enormes de vomitar es lo que tenía en este momento, ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Levanté mi mano que estaba colgando en el borde de la cama, la pared color rosa se me hacía conocida, ¿Raquel? ¿Dónde se encontraba mi mejor amiga?
Me di vuelta en la cama sintiendo dolor en mi entrepierna, al voltear sentí como todo mi centro giraba, creo que me pasé con el alcohol y definitivamente no iba a volver a pasar, considerando que mis padres no me asesinasen antes de volver a tener la oportunidad de salir a una fiesta, no debí hacerle caso a Raquel. Es mi mejor amiga de toda la vida, pero es muy alocada en ocasiones.
—Umm, quédate quieta, por favor. —mencionó una voz completamente desconocida para mí.
—¿Qui—quién eres? ¿Qué pasó aquí anoche? —pregunté rascando mi cabeza, me encontraba descolocada y fuera de mí misma, de hecho, aún me encontraba mareada.
—¿Enserio no te acuerdas de nada? —preguntó el chico frente a mí, parecía tener unos veinticinco años cuando mucho, yo me quedaba más atrás con mis tristes veinte—. Anoche tú y yo tuvimos el mejor polvo de tu vida. —mencionó jactándose de la respuesta.
—No me vengas a decir eso… ¡No puede ser! —mencioné aterrorizada sin acordarme de nada—. ¿Has visto a Raquel? ¿Dónde está mi amiga? —pregunté. Necesito ir a una farmacia, dios santo, ¡Dime que nos protegimos!
—¿Por qué te afecta tanto eso? Tú misma dijiste que estabas cuidándote. —¿Qué yo qué? No dije eso, ¿O sí? No era posible que aquellas palabras hayan salido de mi boca.
—Dios no, no puede ser, mi anticonceptivo dejó de hacer efecto hace tres meses, ¡Por eso el preservativo! ¡Estaba tomada! ¡No creíste que tal vez mentía! No sé, no debías tener sexo conmigo. —dije casi gritándole.
—¿Por qué no? —preguntó con su cara de idiota y su sonrisa satisfactoria que estaba aprendiendo a odiar.
—Porque no te conozco… dios, ¡Ah, mi cabeza! ¿Dónde está mi ropa? —pregunté mirándolo cuando de pronto me entregó mi calzón de encaje negro.
—Lindo. —murmuró—. Te vez aún más tierna enojada. —comentó nuevamente—. Quiero saber, porqué tomabas cómo loca cuando te vi en allá abajo.
—Cachos. —dije secamente.
—¿Cachos? —preguntó curioso. Sonreí épicamente, la verdad, desde hace un par de meses ni siquiera sé que pasa conmigo o por mi cabeza, estoy haciendo todo lo que antes me aterrorizaba hacer y me encanta la sensación.
—Mi ex prometido me fue infiel con una de mis amigas, ¿Contento? Eso resume la escena de noche. —comenté sonriendo—. Ahora termina de darme toda mi ropa para irme de una vez. —agregue con algo de frustración y enojo.
—Espera, te acompaño. —dijo saliendo de la cama completamente desnudo, «Esos músculos mi amor…» mi mente estaba volando con la vista que ese chico me ofrecía—. Sabía que te había gustado la probada que te de anoche, pero no abuses. —mencionó, vaya arrogante.
Bajé las escaleras y encontré a Raquel casi en coma en el sillón, también estaba junto a un tipo solo con una sábana cubriendo su cuerpo, anoche habíamos roto todas las reglas y creo que me agradaba más esta nueva versión mía.
—¡Deja de seguirme! —dije apartándolo de mi lado.
—Déjame ir contigo, corresponde que yo sea quien pague la cuenta de la farmacia. —agregó provocando que mis mejillas enrojecieran.
—Qué caballerosidad. —mencioné sonriendo de lado, irónicamente. Dios, ¿Cómo pasó todo esto? —. ¿Cómo es que llegué a esto? —solté de pronto y no sé si él decidió hacerse el sordo o si en verdad no me oyó, el punto es que lo agradecí, pero que no estaba para más preguntas o para siquiera escuchar su voz.
Me quedé en silencio hasta que me hizo señales para que me subiera en su carro, llegamos a la farmacia más cercana y, sin bajarme del vehículo, esperé que ese extraño me comprase la pastilla del día después.
¡Bendita salvación! —pensé en ese momento. Supongo que tener un hijo con un completo desconocido no estaba en mis planes y tampoco en los de mis padres, aunque, pensándolo, tampoco estaba en sus planes la ruptura de mi compromiso con Dante.
El desconocido no se tardó mucho en volver, ingresó al auto con una sonrisa en el rostro, o la señorita de la farmacia estaba deseable o sigue pareciéndole graciosa la situación. Me cedió la pastilla e, incluida, una botella de agua desgasificada, por suerte. Sonreí mientras tomaba las mentadas cosas en mis manos y abría el sobre de la píldora. Bebí lo que más pude de agua y luego cerré el envase.
—Dime dónde está tu casa, te llevaré. —mencionó él con la vista fija en la carretera—. Vamos, dime.
—¡Ni loca te digo dónde vivo! —chillé en desaprobación, él llevó su mano a la cabeza igual que yo, parece que no era la única que había bebido después de todo.
—¿Por qué no? —preguntó de pronto, bajando un poco la velocidad y dirigiendo su mirada hasta la mía, provocando que todo mi cuerpo se estremeciera al caer en cuenta de que aquellos ojos color miel me observaban penetrantes, escurridizos, queriendo que bajase cada una de mis barreras, pero no, no lo conseguiría.
—¡Porque no te conozco! ¡Nunca en mi vida te he visto y tampoco sé si volveré a verte! No me arriesgaré a decirle a alguien donde vivo. —mencioné, pero él se lo tomó con mucha gracia, riéndose de mis palabras.
—Por favor, anoche tuvimos una noche llena de sexo, creo que nos conocemos bastante bien. —mencionó de pronto. «Es que no recuerdo ni m****a, me gustaría hacerlo, pero no recuerdo absolutamente nada».
—Te daré una dirección cercana a mi casa, pero ni sueñes que te diré exactamente el paradero. —agregué.
—Bien. —dijo volteando los ojos y viendo fijamente la carretera.
Cuando llegamos a la dirección que le había dado me dispuse a bajar del vehículo, pero no quería quitar el seguro, ¿Qué estaba pasando? ¿Era un asesino? ¿Tendría peor suerte que esa? La verdad, es que era bastante posible.
—Quiero que me mires y recuerdes mi rostro, Alexandra. —mencionó provocando que el solo hecho de que dijera mi nombre hiciera estremecer mi cuerpo a su antojo.
—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté curiosa.
Esperaba no recibir una respuesta estúpida o, al contrario, acertada.
—Me lo dijiste anoche, cuando nos presentamos, minutos antes de irnos a la cama y pasar aquella noche que seguramente no olvidaré. —mencionó en un tono ronco, sensual—. Alexandra, ese exnovio tuyo fue un imbécil en dejar ir a una mujer tan hermosa cómo tú, créeme, volverá arrepentido. —agregó.
¿Cómo decirle que deseaba que me dijera su nombre, para no sentirme tan mal después de lo que pasó?
—Creo que debo… creo que debo irme. —susurré con apenas un hilo de voz. ¿Qué estaba provocando este hombre en mí? «Fácil, estragos» mencionó mi subconsciente.
—Aún no. Quiero detallar tu angelical rostro un poco más, no lo comprendes, ¿Verdad? El hecho de que no me he separado de ti toda esta mañana significa algo. —susurró acercándose a mi oreja y luego a mis labios, mi cuerpo se sentía distinto, complicado.
—¿Qué cosa? —pregunté con cierto temor en mis palabras. De pronto el contacto de su piel con la mía me hacía estremecer y que un calor intenso se formase en mi vientre, ¿Qué pasaba?
Mi cuerpo recordaba sus caricias, sus manos recorriendo cada parte de mí, pero yo no podía hacerlo, ni siquiera una laguna, nada.
Él se quedó viéndome, sonriendo, de pronto su teléfono vibró y tuvo que apresurarse para marcharse.
—¿Nos volveremos a encontrar, Alexandra? —preguntó con ese tono de voz gruesa, cómo si el solo pronunciar mi nombre lo obligase a entonar distinto.
Me bajé rápidamente del vehículo y no contesté, sentí pánico, era guapo, bastante guapo, todo un adonis, por decirlo bajo, pero no podía con esto, no podía dejarme influenciar por él, no después de todo lo que terminé viviendo al lado de mi ex prometido.
Alexandra GuzmánUn año después. Hoy es un día especial. No solo porque nuestros gemelos cumplen un año de vida a nuestro lado, sino también porque es el día de mi boda con Greco. No nos hemos visto en persona hace una semana aproximadamente.Mi chico se quedó con Esteban y con los gemelos, mientras que, Raquel me raptó a mí y a Emma para pasar tiempo con ella y con la bebé.Todo ha ido bien, la vida por fin comienza a sonreírnos y agradezco por ello. Greco no renunciará a la mafia y tiene que vivir con ello, mis hijos tienen que vivir con ello y seguramente mis nietos también. Estamos conscientes del peligro que implica, pero Greco tiene hombres lo suficientemente capaces para cumplir sus ordenes y mantener a salvo a la familia.El pequeño Gabriel, cómo lo dije el día de su nacimiento, es una copia viviente de su tío, es cómo soñaba al hijo que perdimos y, de alguna forma, siento cómo si fuese él, cómo si me lo entregase para que pudiese también vivir su vida.Quizás en la eternidad
Greco MorelliMeses después.Desesperación.Ansiedad e impotencia.Miedo y angustia.El mismísimo diavolo italiano no era capaz de frenar sus emociones, de guiarlas en un solo camino. Al contrario, sentía que todo de mí enloquecería mucho más que aquella vez que Alexandra desapareció, por lo menos, en ese entonces, redirigía aquellas emociones para un fin, encontrarla y traerla conmigo nuevamente.Todo era odio dirigido a las personas que osaron arrebatármela y lo cumplí.Pero, ahora, solo me pedían tiempo. ¿Cómo era posible siquiera que esperase? Una y otra vez escuché los gritos desgarradores de mi mujer, vi sus expresiones cargadas en dolor y miedo. Algo no iba del todo bien. Ella lo sabía. Yo lo sabía. Y claro, los doctores también lo sabían.Ocho meses de embarazo. Alrededor de treinta y cuatro semanas. Una noche. Dolores de parto. Las malditas contracciones llegaron silenciosas, Alexandra no se percató hasta que cada una se volvía más seguida, más dolorosa que la anterior. La im
Alexandra Guzmán. Tres días ya habían pasado desde la toma de muestras en la clínica. Aunque todo en la casa parecía fluir de maravilla la verdad es que el ambiente aún se encontraba un poco tenso.Veía cómo mi padre se esforzaba por estar cerca de Greco y cómo este se esforzaba para mantenerlo a distancia de sus acciones. Emma, por otro lado, pasaba bastante tiempo jugando con su abuelo y diciéndole una y otra vez que tendría dos hermanitos pronto.Greco se encontraba ahora mismo en el patio y mi padre jugando con mi pequeña a las muñecas, me había dicho cómo mi madre le había pedido el divorcio luego de todos estos años juntos, al parecer ella solo buscaba mantener un estatus, luego de que me fui de la casa su relación con papá perdió sentido y ahora mismo está con su instructor de yoga, ¿quién lo diría? La persona más recta y dura que he conocido en mi vida resultó no serlo.Me encontraba preparando el almuerzo cuando escuché disparos, Greco corrió hasta donde me encontraba con su
Greco MorelliTodo se quedó en silencio. Alexandra miraba a Esteban casi implorando que no dijese nada. El asesino de mi madre se había atrevido a pisar mi propia casa por alguna razón y la diría antes de que yo perdiese la paciencia.—¿Contarme qué? —repetí caminando hasta el hombre que destrozó mi infancia—. Creí ser lo suficientemente claro contigo la última vez. No quería volver a verte cerca de mi familia.—Greco… —susurró Alexandra acercándose a mí para tratar de tomar mi mano—. Siéntate. Él tiene algo que contarte y es delicado. —agregó.—Creo que ninguno de ustedes dos está entendiendo, no lo quiero ver aquí. No te quiero aquí y te me largas antes de que sea yo mismo quien acabe contigo. —mencioné, Esteban se levantó del sofá y se puso frente a mí.—¿Serías capaz de asesinar al hombre que comparte tu sangre, Greco? —preguntó.No supe que quiso decir al comienzo—. Soy tu padre, hijo. Bianca iba a ser mi esposa mucho antes de que Ángelo decidiese llevársela a la fuerza el día de
Alexandra Guzmán. Han sido tantas las emociones durante este último tiempo. Han sido tantos los sentimientos encontrados… embarazada, sí, lo estaba. Greco estaba cómo un loco obsesivo, si no estaba en casa me llamaba cada cinco minutos o menos, cuando se encontraba a mi lado era exasperante en ocasiones, pero lindo. Se preocupa por mí, por la salud de nuestros hijos, de Emma, de todos en casa.Cuando se lo contamos a Leandro casi enloqueció, juro que quiso darle de golpes a Greco. Me puse en medio de ambos. Creo que Lea se había tomado muy enserio lo de que yo era su hermanita y me parecía tierno.Recuerdo. —Si le haces algo nuevamente, si llega a soltar una lágrima por tu culpa me la llevaré de aquí. A ella y a los niños, ¿Comprendes? Somos amigos, sí, cómo hermanos, pero ella es mi hermanita. —mencionó Leandro—. Nadie pasará por encima de ella nunca. —Recuerda con quien hablas, Leandro. Ni siquiera debería estar pidiéndote aprobación o comentándote nada. Si lo hago es porque Alex
Greco Morelli Los vestigios que seguían quedando de mi destruido corazón seguían oprimiendo mi pecho cada que mis ojos volteaban a verla en aquella camilla, sedada, con moretones en su rostro y cuerpo.Cuánto hubiese dado yo por intercambiar lugar con ella. Siempre debería ser yo el encargado de recibir cada impacto en su contra, en cambio, ya es la segunda vez que la traigo a un hospital en condiciones deplorables, me sentía mal, aturdido.No sabíamos cuan grave eran los golpes que tenía, pero durante las últimas horas tuvo fiebre, se le realizaron exámenes y sospechan que haya cogido una infección producto de las heridas y el lugar inmundo en el que se encontraba cautiva, esperaba que toda esta maldita tormenta pasase lo más rápido posible para que pudiésemos ser felices de una maldita vez.Todo se retrasó durante estas dos semanas. Mis negocios, la construcción de la mansión, las clases de Emma, las sesiones de terapia, todas las malditas cosas se retrasaron porque en mi cabeza no
Último capítulo