- ¿Pasás por mi casa o paso yo por la tuya?
Insistió Violeta.
Alejandro, en otro momento hubiese accedido a lo que ella quisiera, pero estaba molesto, esa joven mujer le había robado los sentidos y Violeta impidió que pueda tener un acercamiento.
-Después te contesto.
Le respondió mientras que estaba pensando en la desconocida.
- ¿Bajás?
Le preguntó la mujer cuando llegaron al piso que les correspondía a ambos, ya que trabajaban en el mismo sector.
-Sí… no, olvidé comentarle algo al doctor Santoro.
Violeta ya había salido del ascensor y adivinó perfectamente la intención de Alejandro, lo conocía bien, ellos eran amigos con derecho, aunque ella quería algo más.
Iba despacio, mientras presionaba de a poco.
Alejandro tuvo que esperar que el ascensor llegara hasta el subsuelo y volviera a subir.
Bajó en el piso en que había bajado la mujer que lo quemó por dentro apenas la vio, que era precisamente el piso en donde trabajaba su amigo y custodio personal.
Eso de custodio era relativo, aunque ambos hacían exactamente el mismo horario y siempre se iban a llegaban juntos, pero el arreglo que hicieron entre ellos, eran más relajado, Germán sabía que su responsabilidad era cuidar las espaldas de Alejandro, pero realmente no veía que un peligro lo acechara y respetaba la privacidad de su amigo cuando este lo requería.
El apuesto psicólogo buscó por todos los pasillos de ese piso, a la b ella damita del ascensor, o al menos algo que le dijera en que consultorio podría estar.
Al no hallar ni rastro, fue hasta el consultorio de su amigo, él no lo consideraba su custodio, ya que le parecía una ridiculez tener uno.
-El doctor está con una paciente.
Le dijo la secretaria.
-Gracias, vuelvo más tarde.
De mal humor, volvió a su consultorio.
-Es lo que suponía, todo está perfecto.
-Me alegro saberlo, doctor.
- ¿Te puedo ayudar en algo? Esos dolores de cabeza no tendrían que existir, sin embargo, están…
-No doctor, gracias, ya me ayudó cuando en la orden puso que era urgente, muchas gracias.
-De nada, sin embargo, a veces, la familia puede entender.
Rebeca lo miro con tristeza.
-Gracias por su preocupación.
Rebeca se despidió y bajó por las escaleras, solamente eran dos pisos, sin saber que, en ese momento, Alejandro estaba esperando el ascensor y lamentándose porque no pudo hallarla.
Alejandro entró a su consultorio y allí lo estaba esperando Violeta.
-No me gusta que me esperes dentro de mi consultorio.
-Perdón, solamente quería saber a qué hora nos encontramos.
Alejandro estaba de mal humor y esta mujer, que muchas veces era quién más lo satisfacía, pero en ese momento su actitud lo exasperaba.
-No entendiste, acá tengo las historias clínicas de mis pacientes, velo por su seguridad.
- ¿De qué estás hablando?
Violeta se asombró por el tono serio de Alejandro.
-No quiero ser antipático, pero te pido que, dentro del ámbito laboral, guardes la compostura, es por vos, no por mí.
-No te entiendo.
-Me entendés perfectamente, estamos dentro de una clínica militar, dónde la mayoría de los trabajadores somos hombres y en dónde a las mujeres se las encasilla de acuerdo a su comportamiento.
-Te pude esperar como tu colega.
-Nadie es inocente.
-No te quise ofender.
Dijo ella más ofendida que Alejandro.
-No me ofendiste y no te ofendas vos…
Alejandro se acercó a ella, pensando que de todos modos a la desconocida del ascensor no la iba a volver a ver.
-Paso por tu casa después de cenar.
Ella sonrió feliz, pensando que al menos ganó una pequeña batalla.
-Te pido que no me esperes más en mi oficina.
Él estaba incómodo con ese tema porque verdaderamente resguardaba a sus pacientes y que, si bien la clave a su computadora era inviolable, Venegas se iba a enterar si alguien husmeara o intentara entrar en ella.
-Perdón.
Le dijo Rebeca al hombre que chocó con ella en la entrada de la clínica.
-El que te pide perdón, soy yo, no es posible no ver a semejante belleza.
-Muchas gracias, señor, es muy amable.
Le contestó al desconocido y siguió caminando.
Estaba esperando el bus y frenó un coche, que le tocó bocina, Rebeca lo ignoró, solían pararse muchos autos y hasta bajarse los conductores para invitarla a salir, ella era una mujer muy hermosa, llamativa, sin ser grotesca, sin embargo pese a su hermosa figura, a su preciosa carita, con su imponente mirada, su cabello color oro, tan suave como una seda, ella no era consciente de su belleza, Rita y su hija mayor se aseguraron de sacarle confianza en cuanto a su belleza, aunque era consciente de que llamaba la atención, sin embargo, no pudieron quitarle las ganas de progresar y de saber que era excelente como diseñadora, aunque conocía muy bien sus límites y sabía cómo se movía el mundo de la moda.
Otra cosa que jamás pudieron quitarle, fueron sus sueños.
-Hola… otra vez.
Dijo el hombre que se había bajado del auto y era el mismo con el que había chocado momentos antes al salir de la clínica.
- ¿Cómo estás?
-Señor, yo no…
- ¿Cómo te llamás?
Rebeca no le contestó, aunque no le había caído mal ese hombre.
-Hermosa… yo soy Camilo.
Rebeca le sonrió, aunque pensó en que le encantaría que el hombre del ascensor, la buscara como lo hizo este amable desconocido.
-Decime tu nombre, no te voy a comer, ni a raptar…
-Me llamo Rebeca.
Le dijo tímidamente.
-Hola Rebeca… ¿Podemos ir a tomar algo?
-Tengo que ir a trabajar, gracias.
-Te llevo.
Ella pensó que sería una locura subirse al auto de un desconocido, y que ya la habían raptado…
-No, gracias.
-Dame tu número de teléfono…
-Yo…
Ella estaba dudando.
-Te doy el mío.
-Bueno.
Anotó el número de celular y le dio el suyo, luego subió al transporte público, pensando que, al bajar, tenía que caminar 6 cuadras.
Es semana, Rebeca, pensó varias veces en lo que le transmitió el desconocido del ascensor, peor no tenía caso ni siquiera recordarlo.
Camilo la llamó varias veces hasta que ella accedió a encontrarse a tomar algo.
-Soy militar, aunque no estoy de acuerdo con la mayoría de mis superiores, pero es un trabajo que me permite tener un sueldo a fin de mes.
-Mi padre también es militar.
-Por eso te atendés en la clínica dónde nos conocimos.
-Sí.
-En realidad trabajo en el sector de mantenimiento eléctrico, pero cuando hice el servicio militar obligatorio, al tener conocimiento y estar cursando la carrera de ingeniería en electricidad, me derivaron a ese sector y luego seguí trabajando allí.
- ¿Sos ingeniero?
-No, hice 3 semestres y dejé… es que me casé, porque mi novia quedó embarazada y…
- ¿Sos casado?
Pregunto la bella rubia, dando por terminada la cita.
-No… soy divorciado.
- ¿De verdad?
-Tanto que hasta me puedo volver a casar.
Ella sonrió.
-Tengo un hijo de 8 años.
- ¿Vive con vos?
-Algunos días, el resto de los días, vive con su madre, le dejé la casa que compramos en cuotas y yo por el momento estoy viviendo en la casa de mis padres.
-Te entiendo.
Al correr de los días, ellos se veían a diario, aunque sea un rato y por supuesto, terminaron por ser novios.
En su casa, Rita no aprobaba esa relación, no es que velara por la felicidad de Rebeca, solamente esperaba que ella, por su belleza, para sus adentros lo reconocía, consiguiera algún candidato millonario y poder sacar alguna tajada.
Sin embargo, también esperaba que esa arrimada, que le trajo tantos problemas, se fuera lo antes posible de su hogar, porque nunca descartó la posibilidad de que mandaran a alguien a rescatarla y hacerles pagar a ella y a su familia, las consecuencias del rapto.
No sabía si se estaba volviendo loca, pero a veces creía que la perseguían.
Tal vez su marido, borracho, habló algo de lo que no tenía que hablar.
–Tengo un retraso con mi periodo.
Le dijo Rebeca, muy preocupada, a su novio.
Camilo frunció el ceño, no desconfiaba de su novia, pero no estaba en sus planes, tener otro hijo, al menos por el momento.
Aunque por un momento pensó que, entre los dos, podrían alquilar un departamento y estaba seguro de que Rebeca lo iba atender como un príncipe, pensó que tendría su propia sirvienta privada y encima, podría tener sexo cuando quisiera.
-Podemos vivir juntos.
Dijo de repente.
Ella se asombró, pero se alegró por la respuesta de él.
Sería mejor casarse, pero no era algo a lo que ella aspirara…
Es que Rita se ocupó de hacerle creer que ella no merecía la gran cosa si se trataba de un hogar.
-Podemos.
Le contestó a su novio.
Comenzaron a hacer planes, cada uno con motivos ocultos.
-Me vino la regla.
Le dijo unos días después.
Camilo respiró tranquilo, no quería tanta responsabilidad, con su hijo tenía suficiente.
-Qué pena.
Le respondió, sabiendo que eso era lo que tenía que responder.
-Estaba pensando…
Dijo con cierta timidez, la bella muchacha.
-De todos modos, igual podríamos vivir juntos.