Capítulo 9 Departamento

Camilo la miró, sin saber que contestarle, realmente dudó.

- ¿Pensás que estaríamos bien?

Le preguntó con cautela.

Rebeca, creía que en cualquier lugar estaría mejor que en su casa.

-Sí, por supuesto, trabajamos los dos, aunque no creo que nos sobre el dinero, pero tampoco nos va a faltar y siempre está la posibilidad de mejorar económicamente.

- ¿Qué te hace pensar que podemos mejorar?

Él no veía ninguna posibilidad de mejorar, aunque en cierto modo, le entusiasmaba la idea d estar con ella, creía que se iba a ocupar de él.

-Yo… tengo proyectos, quiero seguir estudiando y eso va a mejorar nuestras vidas.

-Ok, ok, pero recordá que tengo un hijo y va a pasar algunos días por semana con nosotros.

-No tengo problema con eso.

-Entonces, buscá departamentos, y yo verifico cual nos conviene.

-Sí…

Rebeca no lo vio demasiado entusiasmado, pero ella estaba muy mal en su hogar, últimamente le pegaban con una varilla a la altura de los riñones, era el lugar en el que menos marcas dejaba y de esa manera, ella no podía comprometerlos, esa tortura a la que solían someterla, era porque Rita la acusa de tardar demasiado en limpiar, la convirtieron en sirvienta y la dulce Cenicienta se ocupaba de hacer casi todas las tareas del hogar, y además, le quitaban el 90% de su sueldo, salvo lo que Margarita le abonaba aparte, que se lo quedaba para ella.

Rebeca buscó varios departamentos, la mayoría de dos ambientes, sin demasiadas comodidades, era lo que podrían abonar sin demasiado esfuerzo, pero pensaba que iban a estar bien.

- ¿Dónde va a dormir mi hijo cuándo se quede con nosotros?

- ¿En dónde duerme en este momento cuando se queda en la casa de tus padres?

Le preguntó casi desafiante, eso era muy raro en ella.

-En el living o en mi dormitorio, lo hace en donde le da la gana.

Camilo pensaba que el niño podía elegir, aunque muchas veces en las que su hijo se quedaba en la casa de sus padres, él salía por las noches y no sabía qué hacía el niño.

-Podemos comprar un sillón que se haga cama y duerme ahí.

Eso lo conformó por el momento.

Había muchos momentos en los que Rebeca no se sentía totalmente a gusto con su novio, pero cualquier cosa era mejor que seguir en la casa en la que estaba viviendo.

-Ok, ocupate, por favor.

-Sí, con mucho gusto.

Finalmente alquilaron un departamento.

La bella rubia compró un hermoso sillón para el hijo de su pareja y una cama más sencilla para ellos.

- ¿Por qué hiciste eso? Él se podía arreglar con menos y nosotros vamos a dormir acá todos los días.

Rebeca pensó que Camilo iba a agradecer el gesto que tuvo con su hijo, pero, sin embargo, no estuvo conforme.

-No te preocupes, en cuanto termine de pagar las cuotas de todo, cambio nuestra cama.

- ¿Malgastás el dinero?

-No… vendo la cama y…

La fría mirada de Camilo le produjo una sensación familiar, pero al tener tan incorporado el sentimiento de que en su casa no aprobaban nada de lo que ella hacía o decía, no lo tomó como una alerta.

El departamento ya los estaba esperando, entonces Rebeca habló con su familia.

-Ahora que estamos todos reunidos, les quiero decir que me mudo.

Todos la miraron de mala manera.

- ¿Mudarte?

Le preguntó Alicia.

-Sí, me voy a vivir con mi novio.

- ¿Sos estúpida? ¿Ni siquiera podés casarte? ¡Es una vergüenza!

-Por ahora vamos a convivir y si resulta, nos vamos a casar.

- ¡Idiota! ¿Si ya estás viviendo con él, pensás que después de verte todos los días, se va a querer casar con vos?

Dijo Aldana, estallando en carcajadas, secundada por su madre.

-Si ponés un pie fuera de esta casa, no vas a volver nunca más.

Sentenció Adolfo Fitz.

Rebeca pensó en la cantidad de veces en la que Aldana, diciendo que extrañaba a sus padres, y a pesar de estar casada, pasaba noches enteras en la casa de sus padres, y estaba segura de que eso sucedía porque estaba mal con su marido y lo disimulaba.

La habitación de Aldana era la mejor de la casa y siempre estaba en condiciones, por si ella decidía volver.

Sin embargo, Rebeca, no se asombró por las palabras de Adolfo, tampoco lo hizo cuando escuchó a “su hermana”.

-No voy a volver.

Murmuró, sin poder contenerse.

- ¡Mal agradecida!

Dijo Adolfo, levantándose con violencia de su silla, tanto que, al hacerlo, la silla terminó en el suelo, patas parra arriba, no fue la única silla que terminó asó, ya que, con la misma violencia, tomó a Rebeca de los cabellos, haciéndola parar y luego de un cachetazo, ella misma terminó en el suelo.

- ¡Para que aprendas a respetarme!

Gritó.

Rebeca pensó que el miedo que el imponía, no era respeto, pero se calló la boca.

Como pudo, se paró y se dirigió a su habitación, no llegó a entrar, que Rita, detrás suyo, le estaba exigiendo que lave los platos y limpie la cocina.

-Por tu culpa Adolfo se fue por ahí, después vuelve borracho porque no soporta el dolor que vos le provocás.

Rebeca, bajó la cabeza con impotencia, pero Rita, con la soberbia que la caracterizaba, tomó ese gesto como una señal de sumisión y sonrió con desprecio.

-Apurate en terminar tus tareas.

Le dijo, antes de dirigirse a su dormitorio.

Rebeca se dirigió a la cocina, todo era un desastre y nadie colaboraba.

Comenzó a limpiar y ordenar, luego cuando corroboró que ya todos dormían, dejo, por primera vez sus labores sin terminar y se apresuró en juntar sus pocas pertenencias.

Dejando una nota en la que decía que, desde ese día, se mudaba con su novio, sin hacer ruido, se dirigió hacia la calle.

Estaba subiendo a un taxi, cuando vio llegar a Adolfo, agarrándose de las paredes para poner mantenerse de pie, en un profundo estado de ebriedad.

Sin dudar dos segundos, cerró la puerta del automóvil y se dirigió a su nuevo hogar.

Feliz por su nueva vida, durmió por primera vez en ese departamento, estaba sola, aún no habían decidido en que memento mudarse, pero el alquiler de ese mes ya estaba abonado, el contrato firmado y tanto ella como Camilo, ya tenían las llaves del departamento.

Por la mañana se dirigió a su trabajo y le contó a Margarita todas las novedades.

-Niña… espero que Camilo sea un buen hombre.

-Sí, es trabajador, se ocupa de su hijo y no bebe.

Margarita se preguntó cómo era posible que Rebeca se conformara con tan poco.

-Él amor…

Dijo la gruesa mujer.

-Lo amo.

Aseguró Rebeca, queriendo converse a ella misma de que lo que sentía por Camilo, era un amor inmenso.

-Te deseo lo mejor.

Le dijo de corazón, su querida jefa.

-Gracias.

Cerca del mediodía, Rebeca habló con su novio, él hacía, en su trabajo, el turno de la tarde, por eso ella no le avisó temprano que ya se había instalado en el departamento.

-Hola Camilo.

Saludó contenta.

-Hola, estoy trabajando.

-Sí, solamente te quería avisar que ya llevé mis cosas al departamento.

- ¿Ya? ¿Por qué?

-Es que anoche se complicaron las cosas en mi casa y…

-Te dije que no quiero tener problemas.

-No lo vas a tener, solamente te digo que ya me mudé al departamento.

-Cuando salgo de trabajar, paso por el departamento.

-Nos vemos, cielo.

Le contestó, amorosamente, mientras que hacía una nota mental de todo lo que tenía que comprar en el supermercado, al menos su sueldo, lo disfrutaría ella.

A la salida de su trabajo, muy feliz, se dirigió al súper e hizo una generosa compra.

Estaba acomodando lo que compró, cuando llegó Camilo.

-Hola cielo.

-Hola ¿Qué compraste?

-Pasé por el supermercado, no sé qué marcas preferís, la próxima compra, la hacemos juntos.

-No me gusta ir al supermercado, comprá lo que quieras, si quiero algo en especial, te lo encargo.

-Está bien.

Rebeca pensó que era normal que los hombres no compartieran ese tipo de actividad.

- ¿Cuándo te mudás?

-La semana que viene, es que tengo que empacar mis cosas.

- ¿Querés que te ayude?

-No te preocupes, gracias.

Ella estaba feliz, porque cada agradecimiento de parte de Camilo, lo tomaba como un gesto de amor, sin pensar las veces en que él, ni siquiera era amable con ella.

No postergaba sospechas, no las tenía, confiaba ciegamente en que él era un buen hombre y no veía egoísmo en sus palabras.

Camilo no era un mal hombre, era egoísta y poco compañero, un poco egocéntrico y bastante resentido con la vida, por haberse divorciado de la madre de su hijo, luego de que la encontrara en los brazos del que ella llamara su primo, lo era, en 4° generación, es decir que eran primos tan lejanos, que ni sangre en común debían tener, sin embargo, ellos siempre fueron muy unidos… tanto que terminaron siendo amantes.

¡Por ella y su embarazo tuvo que dejar la facultad!

Su empleo era mediocre, como su vida.

El resentimiento crecía cuando pensaba en eso, en la familia de ellos, jamás aceptarían esa relación y ahí entró él, como un idiota, para tapar habladurías…

¡Se sentía un imbécil!

Sobre todo, porque él no había podido olvidarla completamente, Isabel, su primera esposa, fue, es y será, su gran amor.

Al menos ahora tenía una bellísima mujer todas las noches en su cama y esperaba que se ocupara de atenderlo como el señor que se consideraba.

No se sentía encadenado, era bastante individualista.

Estaba contento con Rebeca, porque ella provocaba que su sangre se alborotara, realmente la deseaba muchísimo, aunque había algunas cuestiones de su personalidad que le molestaba.

De repente pensó que la tenía que convencer, de alguna manera de que dejara de lado la estupidez de querer estudiar el año próximo, él quería encontrarla en su casa cuando llegase de trabajar.

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