Capítulo 10 Sometida

 Rebeca comenzó su nueva vida, aunque el aire que la rodeaba era igual y su pareja, más moderado, no era muy distinto a su familia.

-No me gusta que cuando llegue, todavía estés cocinando.

Le dijo Camilo.

-Es que apenas me da tiempo para comenzar a cocinar apenas llego del trabaja y si tengo que pasar a hacer compras…

-Fíjate como hacés.

Otro día, Camilo vino de muy mal humor.

- ¿Cuánto hace que llegaste?

Le preguntó de mala manera.

-Hoy no precisaba comprar nada, ya tengo la cena lista.

- ¿Te pregunté cuánto hace que llegaste?

-Una hora.

- ¿Una hora? ¿Y no encendiste la televisión? ¿Por qué tengo que creerte?

Rebeca estaba asombrada ante ese planteo.

-Yo nunca enciendo la televisión, prefiero escuchar música.

Camilo se dio cuenta de que desde la cocina se escuchaba música pop.

- ¿Qué clase de porquería escuchás? ¿No te da vergüenza? Apaga eso, que no me dejan escuchar mi programa.

Rebeca, con paciencia, aunque descubriendo de a poco su alma fría, dejó de escuchar música.

Estaba atormentada, pero su mente se refugiaba imaginando algún diseño y así escapaba de su realidad.

Cuando estaba Agustín, el hijo de Camilo, él se volvía más indiferente con ella y el niño, manipulaba la situación para que ellos estuvieran mal.

Rebeca creía en la inocencia de Agustín, por lo cual, su paciencia era absoluta, ya que era solamente un niño y posiblemente estaba dolido porque sus padres estaban divorciados.

- ¿Te gusta el postre que preparé, Tini?

-Mi abuela lo hace más rico.

Ella sonrió sin preocuparse por esa respuesta.

-Voy a intentar hacerlo mejor.

-No te va a salir, mi madre es la mejor, haciendo este postre.

Le contestó Camilo, sumándose a la conversación.

-Perdón.

Contestó, sumisamente Rebeca.

- ¿Querés más gaseosa, Tini?

Le preguntó al niño.

-No me llames Tini, solamente mi familia lo hace.

Camilo asintió con la cabeza, dándole la razón a su hijo.

Al día siguiente, en el desayuno, ella lo sirvió con más esmero.

- ¿Cuántas cucharadas de azucar le agrego a tu leche chocolatada?

-Mi mamá sabe cuántas poner, no sé qué hacés acá.

-Es mi casa.

Le dijo ella.

Camilo escuchando la conversación, se acercó a ella con violencia y torciéndole el brazo, con furia, le dijo.

- ¡A mi hijo no le contestás así!

-Solamente le pregunté cuántas cucharadas de azúcar quería.

-Te metés con Tini y con Isabel y eso no lo voy a permitir.

-Soltame.

-Andá con cuidado.

Rebeca recogió todo, pensando en que todos los hombres eran iguales.

Ella veía con normalidad, el trato que recibía de Camilo.

Por la tarde, como era sábado, Camilo y su hijo fueron a dar un paseo y Rebeca pasó por el supermercado para hacer las compras.

Ella abonaba siempre todas las compras y también le daba a su novio, la mitad de los gastos del departamento.

Apenas le sobraba para comprar algún par de medias, o alguna pequeñez.

Tuvo una alegría cuando Margarita le aumentó el sueldo.

-Niña, no le digas a Camilo sobre este aumento, comprate algo lindo para vos.

Rebeca, ilusionada, pasó por una tienda y compró un conjunto de ropa interior y un conjunto de chaqueta y falda.

Luego le compró una remera a Camilo.

- ¿Qué compraste?

Le preguntó desconfiado Camilo.

- ¿Te gusta?

- ¿Para mí? Tiene cuello en V y a mí me gusta el cuello redondo, Isabel lo sabe.

La preciosa rubia estaba cansada de que siempre, hiciera lo que hiciera, la comparase con su primera esposa.

- ¿Por qué compraste algo para vos? ¿Y para Tini?

-La próxima vez le compro algo a tu hijo.

-Deja, ya sé que sos egoísta.

Rebeca no se sentía egoísta, ella siempre estaba dispuesta a poner lo mejor de sí y daba todo lo que tenía.

Las cosas en su vida no eran como ella lo había planeado.

En tanto, Alejandro, seguía poniendo límites a su relación con Violeta, aunque no dejaba de verla.

Le encantaba hacer el amor con ella.

En el plano laboral no se llevaban tan bien, Violeta lo presionaba en muchos aspectos, queriendo formalizar la relación, pero Alejandro escapaba una y otra vez.

-Soy tu custodio, si Venegas se entera de que te movés con total impunidad, voy a tener problemas.}-No se tiene porque enterar.

-Él se entera de todo y yo siento que estamos más vigilados de lo que creemos.

-Vos sos desconfiado.

-Yo que vos, también desconfiaría, sobre todo si se trata de la misión que te encomendó Venegas.

-Es que no entiendo que está pasando, hace dos años que estamos acá y nada se resuelve, a lo mejor estamos siendo conejitos de India para una misión de la que no fuimos informados.

Germán no sabe que pensar y trata de analiza la situación.

-Tal vez Venegas sí estaba delirando y nosotros estamos en un país remoto que…

Siguió diciendo.

-No, eso es imposible, y no pretendas entrar a la mente de Venegas, te juro que es imposible.

-Es que siento que no podemos crear vínculos, no quiero engancharme con alguna mujer, pero si eso sucede… ¿Luego que pasaría? ¿Me quedo acá para siempre? ¿La dejaría de ver?

-Estás exagerando, pero siento que no sería muy distinto que cuando Estados Unidos invadió Vietnam, aunque la historia dice que solamente intervinieron.

-No te entiendo.

-Es que duró tanto tiempo, que algunos soldados crearon vínculos con las mujeres de allí y luego tuvieron que olvidarlas, cuando regresaron a su país.

-Eso lo entiendo, pero acá no estamos en una guerra.

-No, que lo sepamos, vos mismo dijiste que no estás seguro si yo tengo que rescatar a una mujer.

-Tenés razón, no lo sé y ese verso de que esa mujer es predeterminada a tu vida…

-Eso me pone loco ¿Por qué es predeterminada?

- ¿Será por un arreglo entre tus padres y los de ella?

-No creo que mis padres hayan arreglado un matrimonio y no tengo idea de quienes son los padres de ella.

Alejandro es sincero, pero sus dudas crecen tanto como las de su amigo.

-Voy a hablar con mi padre, la semana que viene es el cumpleaños de mi madre y voy a pedirle que hable con Vanegas, para regresar por un tiempo.

-Sí, eso sería lo ideal y si nos pudiéramos quedar allí…

-Verdaderamente yo tampoco le encuentro sentido a estar acá.

Ninguno de los dos creó vínculos importantes con nadie, a veces Alejandro buscaba en el rostro de alguna mujer rubia y de ojos claros, alguna señal, pero no encontraba nada.

-Buenos días, Alejandro.

Saludó Violeta, entrando a su oficina.

-Buenos días.

- ¿Podemos ir al cine?

-No estoy seguro, es que quedé en ir con Germán a…

-Al final Germán parece tu novio, siempre estás con él.

Dijo ella, estallando de celos.

-No seas ridícula, sabés que somos muy allegados.

-Siempre está en el medio, salvo cuando tenemos sexo, él te sigue como los pajaritos de Sonic.

-Estamos acostumbrados a estar juntos, desde niños sucede eso.

-Nunca hablás de tu niñez.

-Puede ser.

- ¿Y tus padres? ¿Viven?

-Sí, claro.

-Me gustaría conocerlos.

Alejandro estaba midiendo sus palabras.

-Es que están en otro país, la semana próxima es el cumpleaños de mi madre y pensaba viajar para verla.

-Te acompaño.

Alejandro pensó que eso era imposible desde todo punto de vista.

-Mis padres son muy estructurados, ya sabés, mi padre es militar de la vieja escuela y no te recibiría en su casa si no estamos casados.

-Esa es una buena idea…

-Violeta, nosotros somos algo más que amigos, pero no está en mis planes casarme, al menos por ahora.

Ella se ofendió, estaba dolida, es que amaba a Alejandro y lo consideraba mucho más que un amigo.

Sin insistir, Violeta, pensó que de alguna manera lo presionaría para que se case con ella o al menos para convivir con él.

- ¿Vas con Germán?

Siguió con su interrogatorio.

-No lo sé.

-A mí me gustaría poder acompañarte.

-Me gustaría que me acompañes, pero no se puede.

-Ya entendí, solamente te expresaba un deseo.

Violeta estaba presionando, es que todo le decía que las veces que Alejandro imponía cierta distancia, era porque estaba pensando en dejarla y ella iba a hacer hasta lo imposible porque eso no sucediera.

Esa noche, ella durmió en la casa de Alejandro y al día siguiente, le pidió que él se quedara en su casa.

Alejandro accedió, pero cuando a la tarde del día siguiente quiso volver a su casa, Violeta pretendió hacerlo con él.

-Perdón, tengo que revisar historias clínicas de algunos pacientes.

-Te ayudo.

-Eso no es ético.

-Soy tu pareja y soy terapeuta.

-No es tu trabajo, es el mío.

Tras una pequeña discusión, él volvió solo a su casa.

- ¡Por fin!

Le dijo Germán, soy tu custodio y eso se está complicando.

-Ya lo sé.

Alejandro tampoco entendía porque su amigo, que ya se había recibido de médico, tenía que hacer las veces de su custodio, eso no tenía sentido.

Nada tenía sentido.

Decidió hablar con su padre.

Marcó y esperó ansioso ser atendido.

- ¡Hijo, que alegría!

-Hola padre ¿Cómo estás? ¿Cómo está mamá?

-Bien, entrándote muchísimo.

-Yo también los extraño… Venegas me dijo que en fechas especiales podrían extraerse de la misión y…

- ¿Está todo bien?

-Sí.

- ¿Y Germán?

-Él está muy bien, pero realmente tengo muchas dudas, esta misión es más que rara.

-Lo sé.

-Quiero estar para el cumpleaños de Mamá, iría con Germán.

-Dejame hablar con Gabriel.

-Hacé todo lo posible, por favor.

-Sí, claro.

Cortaron la conversación y Alejandro seguía con muchas dudas.

Dos días después le llegó una notificación que le decía dónde se tenían que presentar para ser extraídos, momentáneamente de esa misión.

Esperaba obtener las respuestas a todas sus dudas.

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