Al llegar, Lena se encerró en su habitación y se dejó caer en la cama, ahogándose en lágrimas que quemaban más que el recuerdo de lo ocurrido esa tarde. "¿Cómo pudo engañarme así, en público?" No supo cuánto tiempo pasó hasta que el chirrido de la cerradura y la voz de Bruno atravesaron la puerta:
—Lena, ¿estás bien? ¿Por qué estás encerrada?
Ella quiso gritarle, exigirle una explicación, pero solo pudo murmurar con voz apagada.
—Estoy bien, solo estoy cansada.
—Abre, necesito comprobar que todo esté bien contigo.
—Ya te dije que estoy bien. ¿Será que me puedes dejar descansar?
Del otro lado, Bruno apoyó la frente contra la madera. Al llegar, como siempre, se dirigió al comedor. Era una rutina: ella lo esperaba en la mesa para cenar, pero esta vez no había nadie. Todo le pareció extraño, y pensó que quizá se sentiría mal por lo del accidente. Subió a su habitación y, al no verla allí, se detuvo frente a la otra puerta. No entendía por qué tenía esa actitud; tampoco había sido un buen