Al día siguiente, Bruno se encontraba en su oficina, sentado en su sillón con una mano sobre el respaldo y los dedos apoyados en su mentón. Damián le resumía el reporte financiero de Dransen Ingeniería C.A.
—¿Qué te tiene tan pensativo? —le preguntó Damián, visiblemente frustrado—. He estado perdiendo mi tiempo explicándote un informe del que estoy seguro que no has prestado atención.
Bruno lo miró con confusión, saliendo de sus pensamientos. Su amigo tenía razón: no había estado prestando atención. La imagen de Alara ocupaba toda su mente.
—Lo siento, ¿puedes repetirlo? —preguntó Bruno, intentando ocultar su desconcierto. Al ver que su amigo refunfuñaba, continuó—. No puedo dejar de pensar en ella. ¿Ya conseguiste la información que te pedí sobre Alara Liscon? Necesito su número de teléfono.
Damián, algo sorprendido por el cambio de tema, lo miró con curiosidad. Luego, de entre las carpetas que había dejado sobre el escritorio, sacó la que estaba al final de la pila.
—Sí, aquí tienes