Rebeca asintió con un movimiento de cabeza.
—Ten cuidado con ese hombre —dijo, con un tono que no ocultaba su preocupación.
—Lo tendré. —Se levantó de golpe y caminó hacia la salida.
Lena llegó a casa, se quitó el traje oscuro, se duchó con rapidez. Luego se colocó una camisa blanca de seda, una falda plisada negra y un chaleco del mismo tono que acentuaba su figura con elegancia. Lucía impecable, el equilibrio perfecto entre coquetería, discreción y una sensualidad que la hacía ver poderosa.
Tomó las llaves del coche, se miró una última vez en el espejo, respiró hondo, y salió rumbo a su cita con Donato.
Lena entró al restaurante y, al notar que estaba vacío, sintió una punzada de desconfianza. El silencio del lugar, era apenas interrumpido por una suave melodía instrumental, la tensión en su pecho se intensificaba. Paso por su cabeza “¿Por qué vacío? ¿Acaso Donato reservo todo el lugar?”
Respiró hondo varias veces, intentando calmar sus nervios. Tener de nuevo frente a ella al hombre