La niña la miró confundida, como si no comprendiera del todo sus palabras, y solo balbuceó:
—Pero cuando pienso en mami... —su vocecita se quebró mientras sus ojitos se le inundaban de nuevo— no puedo dejar de llorar. Solo quiero que mami vuelva… Quiero verla... que me cante nuestra canción favorita, que me llame "Leía" y me diga que me ama mucho. Quiero eso... —Un temblor le recorrió el labio inferior, y empezó a curvarse en ese mohín, que partía el corazón a cualquiera.
—Te entiendo. Cuando una mamá muere, deja un vacío enorme en el corazón, y eso duele mucho. Ese vacío siempre estará ahí —Florencia se inclinó hacia adelante—. Así que no llores sola, ni finjas estar feliz si estás triste. Haz lo que sientas, Leía, sin que nadie te diga qué puedes o no hacerlo. Yo estaré aquí para apoyarte en todo lo que necesites.
La niña se deslizó de la cama, y con su carita aún brillante por el rastro de lágrimas, dio unos pasos vacilantes avanzó hacia Florencia. Sus pequeños bracitos se elevaron