Bruno sentía que entre ellos había una brecha indescifrable, un abismo que crecía con cada palabra o acción que él hacía. No entendía por qué aquella mujer le ponía las cosas tan difíciles. En ese momento, una punzada de nostalgia lo atravesó, como si algo le hubiera hecho, sin que él pudiera saber qué.
—¿Por qué será que malinterpreta todo? —murmuró, con la voz cargada de frustración—. Solo quiero conocerla. Desde que apareció, por alguna razón, ya no extraño a Lena.
Apretó los puños con fuerza, como si con eso pudiera ahogar la confusión que lo invadía. La actitud desafiante de ella, ese muro que levantaba entre los dos, le resultaba incomprensible.
—¿Acaso no veía que sus intenciones eran sinceras? —Con un suspiro amargo, bajó la mirada y se obligó a concentrarse en su trabajo.
Mientras Lena conducía con furia, los nudillos de sus manos estaban blancos por la fuerza con que agarraba el volante. Cada vez que recordaba cómo Bruno había ignorado sus sentimientos en el pasado, el dolor