Bruno alzó el mentón, tenía el ceño fruncido y los músculos de su mandíbula tensos.
—Yo me voy a la habitación. Te espero allí hermanito, para irnos a casa —Gema dejó caer las palabras con una sonrisa pícara, se levantó de la silla, y con un guiño silencioso hacia Alara, les dio la espalda.
Ella se alejó sin mirar atrás, Bruno la siguió con la mirada solo un segundo, lo justo para comprobar que ningún depredador del evento se acercara a ella. Luego volvió a clavar los ojos en Alara.
Él permaneció frente a ella; el aire entre ambos estaba cargado de electricidad. Bruno rompió el silencio con una voz áspera y filosa.
—¿De verdad crees que es bueno para la reputación de la empresa bailar con el enemigo? —Su mirada era una daga clavada en ella—. No puedes sonreírles a esos buitres como si fueran aliados. Los he visto mirarte… como si ya te consideraran su presa.
Alara soltó una risa cortante, sus labios se estiraron en una mueca fría.
—¿Con qué derecho vienes tú a darme consejos? —El bril