Charlas, retos y más (1era. Parte)
El mismo día
Pistas privadas de Teterboro, cerca de New York
Nicky
Prudencia, sensatez, cabeza fría. Esas palabras nos las tatúan en la piel desde el primer día en la base, como si fueran parte del uniforme. Nos entrenan para mantener la mente anclada en la lógica, incluso cuando el cuerpo quiere gritar. Porque volar no es solo dominar un panel de instrumentos o saber despegar con el viento en contra. Volar es cargar con la vida de otros, es saber que cada decisión, cada segundo, puede marcar la línea entre aterrizar o estrellarse.
Lo entiendes de golpe la primera vez que ves cómo tiembla la mano de un compañero después de una misión difícil, aunque jure que está bien. Lo ves en los ojos de quien regresa solo, cuando debería haber vuelto en formación. Por eso nos enseñan a contener. A guardar el temblor, el miedo, la rabia… como si fueran armas peligrosas que solo deben desatarse en tierra firme y lejos de los mandos.
Y una aprende. Aprende a poner todo en pausa. A tragar el nudo en l