Ernesto
Hoy se cumplía el plazo de Alonso, no sé cómo iba el tema, pero los hombres que me vigilaban han estado saliendo e ingresando de manera constante. Se levantaron en la madrugada, y mi apartamento se tornó una sala de inteligencia. Compraron computadoras, desde lejos los veía trabajar, luego salían y regresaban.
Ahora uno había salido, los otros tres esperaban para ver si era cierta la localización. Sonó uno de los celulares de ellos, me acerqué para escuchar la conversación. Aunque no lo demostraba, estaba muerto de miedo. Y no por lo que me pasará a mí. Si no, por cómo iban a encontrar a Gaby y todo era mi culpa, por tomar esta decisión tarde.
Y lo otro que me estaba llevando al desespero era el no saber nada de Angélica. Le había mandado mensajes diarios a ella. No me imagino la culpa que debe de sentir por lo que hicimos y ella aún más. Si yo deseaba devolver el tiempo y retenerla para no asesinar a nuestro hijo…
—¿Confirmada la ubicación?
El hombre a quien llamaban Ninian