Rubí
Salí de la clase sin darle una explicación al profesor, corrí en dirección al parqueadero para ir por mi carro. Desde la entrega de Ernesto ya no tememos guardaespaldas. Puse la dirección en el GPS, una vez ubicada solo fue encender y acelerar, el lugar era retirado. Al llegar una hora después, había llegado una cantidad de agentes. Me hice espacio, pasé el acordonamiento. Pero un policía me detuvo.
—Debe retirarse, señorita.
—Es mi amiga a la que van a rescatar.
—¡Retírese!
—¡Tío!
Una vez digo esa palabra, varias cabezas giraron. David fue quien corrió para venir por mi rescate. Le hice un gesto al agente y te lo dije.
—¿Te mandó Ernesto?
—Sí.
—Acabamos de llegar, ingresarás de primera con Emmanuel. Tenemos la certeza de que ahora sí se encuentra aquí. Ella no quiso ser atendida por los hombres de Alonso.
—¿Los hombres de Alonso?
—Sí. Ilógico, pero cierto. Anda pequeña por precaución, es mejor que uses chaleco. —llegué hasta donde Emmanuel esperaba, y por su mirada pétrea supe d