Angélica
Ya me había instalado en el apartamento de mi hermano, había llegado hace tres días. Realicé las compras para la casa, también mucha ropa. Las llaves del auto de ellos reposaban en el llavero de la entrada, por eso lo he usado todo este tiempo. No había llamado a nadie. De hecho, el celular que tenía era nuevo. Mi hermano se quedó con el viejo.
No sabía nada de nadie, y salgo el salido de Eros todos los días. No he dejado de llorar por haber dejado todo atrás en cada oportunidad que tenía para liberar el dolor del alma. Sin embargo, apenas me acordaba de mi hijo, el dolor pasaba. El padre Castro tuvo razón. Yo no hubiera soportado la culpa de quitarle la vida a un inocente.
Muy seguro, me habrían tenido que encerrar en un manicomio. Solo le he mandado mensajes a mi hermano. Miré la libreta donde tenía todos los números telefónicos. Quería saber de mamá… En fin. Lo mejor era mi tranquilidad para darle una mejor calidad de vida a mi hijo, o hija. A pesar de eso, me sentía tranq