Eugenia
Desperté, y al abrir mis ojos, Egan dormía a mi lado, estaba en camiseta blanca y en bóxer, aún era de noche. No me importó nada. De la felicidad lo abracé y mi gesto lo despertó. Tocarlo y abrazarlo era lo que tanto necesitaba.
—Rizos, no hagas movimientos bruscos. —Lo besé, una sensación regocijadora me envolvió por completo. Correspondió al beso de manera demandante. Cada vez aumentábamos las caricias, nos estábamos excitando—. Si no te detienes, no responderé. Sabes perfectamente cómo tu cuerpo me hace trizas.
—Solo por unas horas me detendré. —Nos reímos—. ¿Qué horas son? —miró su reloj, conservaba el anillo aún en su mano.
—A las tres de la mañana. —Ese calmante sí que fue bueno.
—¿Cómo salió el operativo? —En la tarde los nervios me ganaron y aumentaron los malestares del embarazo. Ya no sabía qué más podía expulsar mi estómago.
—Athan murió, atraparon a muchos mafiosos y puedo jurar que ya estamos fuera de peligro. Sin embargo, el caos fue digno de una película de acci