Ernesto
Los nervios los tenía bajo control. Niniano seguía escondido, al igual que Simone. Angélica era el escudo del tío de Egan.
—Ya no tienes a dónde ir, toda Italia tiene tu rostro.
—Si me atrapan, ella muere. Fuiste quien filtró la información.
No podía pensar con el corazón, en este momento necesitaba aplicar lo que me dijeron mis entrenadores. Pon tu mente en blanco y determina un objetivo, pero no dejes que los sentimientos dé: es correcto o no te dominen. Deja la moralidad a un lado, ahora solo debes de tener sangre fría. —Las palabras de Simone en los entrenamientos llegaron a mí.
—Ella me tiene sin cuidado, pero resulta que tengo un hijo y es la madre. El bebé tiene un par de meses o menos de nacido. Suéltala y vete.
—¡Me crees imbécil! ¡Suelta, el arma!
En la espalda tenía otra. Alcé las manos, luego puse el arma en el piso. El hombre caminó de espalda hasta llegar a la gravilla donde había un vehículo. Cuando metió a mi Ángel en el auto, la encerró, siguió apuntándome, pe